lunes, 9 de agosto de 2010

... de mi historia con los baches I

Verano de 2004, Julio.
Noche lluviosa y particularmente obscura.
Vidrios primero empañados, luego mojados quizá.
Despues, manejar con prisa aun bajo la lluvia. Ni imprevistos ni sopresas, simple falta de comunicacion (cuándo no?).
Imposible me fue prever las condiciones del pavimento, entonces deslavado por logicas y obvias razones.
Así pues, el auto fue a dar contra un bache. De lo que ocasiono en la llanta mejor ni hablemos.
Luego a darle solucion en completa soledad.
Madrugada empapada pero optimista. En retrospectiva, se me ocurren cuando menos tres formas de haber evitado lo sucedido. Y he ahí el meollo del asunto: Si no se les prevé, las cosas tan solo suceden.

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